El narrador escribe con una mirada retrospectiva que
desmadeja «los hilos invisibles que nos sujetan unos a otros... que nos
atraviesan y unen el pasado, el presente y el futuro». Una indagación que
alumbra errores y pasos en falso –de pareja, paternales...–, conjura sus
fantasmas biográficos, y que le lleva a reconocer que la vejez también es
«enfrentarte a ti mismo, descubrir quién eres a través de lo que los demás
piensan de ti», aunque muchos ya críen malvas. «Nunca conseguimos devolver lo
que debemos» a los que amamos, sentencia Iñigo Urrutia autor del artículo
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