lunes, 15 de noviembre de 2021

 


Entrevista a Sebastiá Bennasar  por Älex Tort en febrero del 2013 y publicada por La Vanguardia donde concibe la novela negra como una novela social:

Sebastià Bennasar (Palma, 1976) trabaja la novela negra con el afán de ir más allá de lo que implica propiamente este género. Así, en El país dels crepuscles (Alrevés), ambientada en la Vall de Boí, aborda entre salpicaduras de sangre y vísceras temas de distinta índole sin tapujos. ¿Nieve?, también, a raudales. ¿Frío? Hasta los tuétanos. Pero no hablamos de una novela escandinava, sino de una novela hecha aquí, autóctona, enmarcada en la colección de novela negra crims.cat. Dirigida por Àlex Martín Escribà y coordinada por el propio Bennasar, nace con la intención de englobar todo tipo de relato criminal escrito en lengua catalana, así como autores europeos de prestigio todavía por descubrir en España.

Habla de temas actuales: independencia de Catalunya, Barça, crisis económica. ¿Hay espacio en la novela negra para todo ello?

Concibo la novela negra como novela social. Es la mejor herramienta que existe para explicar un país y da verosimilitud a la historia. La gente habla de la crisis, otros de Valdés y los puntos que salvó en Mestalla, y muchos de política. Son las conversaciones normales de la gente.

También aborda el franquismo. ¿Qué legado nos ha dejado?

La desmemoria. Cuando se inició la Transición en España se creó aquella Ley de la Memoria Histórica con todos los puntos sobre la ies, que ha hecho más daño que otra cosa. No ha sido una transición que pase por juzgar unos crímenes cometidos durante la dictadura de en Franco, sino una que pasa por olvidarlos. Se ha vendido un mito de una transición modélica, cuando se contabilizaron unos dos o tres muertos diarios. En aquella época hubo muchos muertos por violencia política de origen institucional, tanto de derechas como de izquierdas.

Uno de sus personajes en la novela comenta que la Constitución tan sólo miente…

No es que diga mentiras, pero la Constitución, un texto que teóricamente no se puede tocar, no se aplica correctamente. Todo el mundo es igual ante la ley, pero esa señora que estuvo a punto de entrar en prisión por robar 190 euros de una tarjeta de crédito para comprar pañales para su hijo tendría que tener el mismo trato que Urdangarin, que se llevó “algo” más. ¿Vivienda digna? Desahucios. ¿Derecho a un trabajo? Seis millones de parados. Si todo eso no se cumple, ¿entonces por qué no podemos modificarla?

Los mossos de la novela hablan en algún momento de las consecuencias de una hipotética independencia de Catalunya...

Para mí la independencia es imprescindible. Como dice el escritor Joan Lluís Lluís, Catalunya tendría que ser independiente para tener un referente al cual pudieran sumarse otros territorios de habla catalana. Es un soberanismo de dos, tres, cuatro o cinco velocidades, tanto da. No sabemos, sin embargo, qué modelo de cultura quieren los independentistas. Alguien tendría que pensar qué país nos quedaría si se alcanza este objetivo...

¿Y sería tan imprescindible la actuación de la policía, tal y como comenta uno de los personajes de la novela?

La independencia es como el amor. Todos los hombres y mujeres estamos preparados para que nos digan que no. Ahora bien, si te dicen que sí, ¿qué haces? Entonces tienes un problema muy serio porqué no estamos preparados, no sabemos como actuar. ¿Me tengo que ir a la cama con ella? ¿Qué película vamos a ir a ver en el cine? ¿Qué hago? Catalunya está preparada para que le digan que no, pero si nos dicen sí, ¿qué hacemos?

Rompe usted con el clásico policía ‘llanero solitario’ y da el protagonismo a todo una retahíla de policías que trabajan el caso. ¿Por qué?

Intento aproximarme al modelo real de investigación de la policía. En los últimos diez años, el modelo de detective privado “llanero solitario” se ha sustituido por el de un equipo. El protagonista principal, Jaume Fuster, trabaja en grupo. Sigue un poco la estela del Montalbano de Camillieri. Nunca verás un mosso solo, sino como mínimo una pareja... Conceder el protagonismo a mucha gente te da la posibilidad de ampliar el campo de visión de la profesión: hay quien es mosso por vocación, otros han ido a parar al cuerpo de policia porque no encontraban otra profesión a la que dedicarse, otros salen rebotados de la Guardia Civil. Además, la gravedad y la aceleración de los acontecimientos que se narran en la novela hacen necesario este abanico de personajes.

¿Por qué escoge usted al escritor Jaume Fuster como jefe de investigación?

Es un homenaje, aunque es ya su tercera aparición en mis novelas. Aquí se ha hecho mayor. Hay más guiños: Sergiot hace referencia un personaje de Jordi de Manuel; una de las asesinadas, la mujer francesa, toma sus apellidos del escritor Georges Perec y de Adrienne Monier, la fundadora de la librería La Maison des Amis des Livres de París; Jaume Planagumà es quien encabeza Ginesta pels morts de Agustí Vehí; Marina toma el apellido de Anna Obach, de Gran Nord, la serie de TV3. Son gestos de complicidad dirigidos a todo consumidor de historias policíacas.

¿Por qué sus personajes rechazan Barcelona?

No rehúyen, pero es cierto que a veces pensamos que la cultura se mueve únicamente por Barcelona. Pero resulta que mucha de nuestra historia cultural la hemos heredado de gente que ha bajado de los Pirineos. Durante la edad media, en la Vall de Boí eso era el mainstream: tenían los mejores arquitectos y pintores de la época.

¿Sigue, pues, una tendencia descentralizadora de la novela catalana?

Antes todo sucedía sólo en Barcelona, Valencia o Palma. Ahora Xevi Sala se atreve a situar la acción en Girona, Javier Cercas también, Secrets sota Greda de Miquel Casas sucede en Olot, los personajes de Agustí Vehí rondan Figueres y el Empordà. Por tanto, Barcelona ya no es la capital del crimen. Eso es, y tiene que ser, lo más normal.

Hay también cierta preocupación por la ecología en El país dels crepuscles...

Es una novela que tiene tintes ecologistas, pero que a su vez en denuncia los extremismos. El grupo terrorista que planea destrozar los embalses para recuperar la naturalidad del territorio surge de una conversación real que oí aquí mismo, en el bar donde nos encontramos ahora. Me quedé acojonado. Sin embargo, es verdad que hay cosas que claman al cielo: la costa de Mallorca es un gran cinturón de hormigón. Se tiene que proteger el medioambiente, pero sin excederse. Otro ejemplo, la campaña de la Generalitat de l'Envàs o vas...¿No habíamos quedado en que era todo el plástico el que iba al contenedor amarillo, fuera o no un envase? ¿Qué pasa, que les estamos dando más trabajo a las plantas de reciclaje y ahora tenemos que separar a los ciudadanos todavía más? En China, los ciudadanos tiran toda la basura en la misma bolsa, y es después el Estado el que se encarga de crear unas plantas de selección, pagar al pesonal y hacer de ello una industria del reciclaje.

Los escenarios de los crímenes que describe son especialmente cruentos...

Quien haya visto la matanza del cerdo no pensará así. Tampoco quien haya observado las pinturas románicas de las iglesias de la Vall. Son chocantes, con cuerpos serrados y salpicaduras de sangre en abundancia. Es curioso, pero a veces los textos donde la sangre es explícita provocan más rechazo que imágenes emitidas por televisión y aguantamos estoicamente imágenes de niños mutilados y de cuerpos destripados como sí fuera algo corriente...

Los personajes disfrutan enormemente de platos suculentos en la Vall de Boí ¿Se come mejor en la montaña que en la ciudad?

No, pero en la montaña se come más barato. El mismo delirio lo puedes tener en Barcelona, pero te cuesta más pasta. La gastronomía en El país dels crepuscles es también una parte importante de esta historia y entronca con la tradición mediterránea de la novela negra

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